Dr. Pablo Sepúlveda V.
Rev Chil Anest Vol. 40 Núm. 2 pp. 88-89|doi:
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En los últimos 30 años las publicaciones médicas se han multiplicado en forma exponencial. Los países desarrollados han invertido ampliamente en capacitar profesionales en investigación, en primera instancia con programas de PhD dedicados al conocimiento de las ciencias básicas y luego a médicos en investigación clínica. No es raro encontrar que, en más o en menos, los profesionales que ejercen la clínica deben dedicar entre un 10% a un 80% de su tiempo a la investigación. Hoy incluso han aparecido nuevas formas de unificar el conocimiento básico y clínico con los programas de la llamada Traslational research.
En Latinoamérica este proceso no ha podido arrancar y se ve cada vez más lejano. El foco de impacto para la actividad médica, se ha puesto en la administración en salud, donde la eficiencia en el rendimiento asistencial, el control de costos y racionalización de recursos (privados y públicos), impacta negativamente en la posibilidad de desarrollar investigación e innovación no asociada directamente en los objetivos de la administración.
En el caso latinoamericano, no sólo no se dan las condiciones económicas, tampoco existe una visión de Estado (más interesado en resolver la urgencia asistencial que de fruto político), o la innovación está limitada al interés del capital privado y su negocio cortoplacista, o al negocio de la educación médica, que se hace con capital humano médico pero sin valoración por él. Incluso es gratuito a veces como extorsión para permitir el ejercicio de la actividad asistencial. Probablemente lo más dramático, los médicos enfrentan todos estos desafíos con sociedades débiles y escasamente participativas, que perpetúan las condiciones precarias de trabajo médico y el aislamiento científico.
Claro que esto no es sólo un tema médico, desde la falta de formación escolar en pensamiento crítico, de idioma, de una televisión irresponsable al respecto, llegamos a la falta de revistas locales en el index medicus que estimulen la publicación. También hay escasos programas regulares de intercambio directo con centros de producción y las universidades están ahogadas por la necesidad de autofinanciarse, donde la investigación es más un gasto que una inversión.
En Latinoamérica se produce menos del 2% de la investigación mundial y menos aun de producción tecnológica. ¿Qué significa eso? Si no investigamos: ¿es posible entender procesos?, ¿qué enseñamos entonces?, ¿cómo evoluciona el pensamiento creativo abstracto?, ¿qué información somos capaces de intercambiar?, ¿cómo cortamos la dependencia tecnológica?, etc.
Probablemente en el mismo gremio médico no tenemos clara la necesidad. Hay posturas antiguas que discurren entre qué tipo de investigación debemos realizar o sencillamente postergarla, como ya en 1996, el Presidente de la Comisión Consultiva para la Investigación Médica de la OMS, M. Rosenheim 1 decía: “Si durante los próximos veinte años no se llevaran a cabo más investigaciones, la sola aplicación de lo conocido produciría una difusa mejoría de la salud mundial….”.
Rousseau, en el Discurso sobre las artes y ciencias de 1750, criticando la ciencia desafectada de un sentido humanista decía: “Where is the wisdom we have lost in knowledge?, (¿Dónde está la sabiduría que perdimos con el conocimiento?).
Pero, ¿qué objetivo humano? La Escuela de Frankfurt en cambio más dada a la ciencia no instrumentalista, la acusa de falta de neutralidad y a ser instrumento de dominación y control social.
La organizaciones médicas del mundo desarrollado han tratado aparentemente de tener una postura de más claridad para el rol de la ciencia en el trabajo médico, presentado en “Charter on medical Professionalism. Proyect of the ABIM Foundation and European Federation of Internal Medicine” 2 . Aquí se plantean 3 principios fundamentales: a) Servir al paciente con el altruismo como principio; b) Informar y respetar las decisiones del paciente; c) Promover la equidad en la distribución de los recursos) y 10 Responsabilidades Profesionales:
– Alta calidad profesional
– Honestidad
– Relación nunca basada en la vulnerabilidad del paciente
– Calidad de la atención
– Distribución justa y racional de los recursos
– La base científica
– Conservar la fe de la sociedad en los médicos
– Responsabilidad profesional entre los pares
– Participar en el proceso educativo
– Estimular la certificación
El punto “la base científica” dice: “Los médicos tienen la obligación de elevar el nivel científico de la profesión, promover la investigación, crear nuevas técnicas y velar porque su uso sea apropiado. El ejercicio de la medicina se debe basar en las evidencia científicas y en la experiencia profesional”.
Es indudable que el contexto para el cual está creada esta carta permite un mayor equilibrio entre todos los objetivos médicos, con la flexibilidad suficiente para las opciones personales, pero en el marco integral.
En mi opinión muy personal, es probable que la ciencia para los médicos clínicos no tiene tanto que ver con productividad económica o el eficientismo, sino está imbricada en el contexto de la actividad con nuestros pacientes y para poder darnos un minuto introspectivo, salir de la rutina, volver a mirar la historia humana, mirar al futuro, compartir sueños con los amigos, y hacer contrastes existenciales en un mundo donde hasta el tiempo resultó ser curvo y el universo ser convirtió en multiverso, o tal vez simplemente en la búsqueda de la belleza que es descubrir las simetrías que hay en los procesos biológicos. Todas visiones imprescindibles para volver a encontrarnos con el dolor humano y no perder la capacidad de asombro.
Al final la ciencia puede ser para nosotros algo diferente a un físico cuántico pero igual de artístico a lo que el Dr. Ramón y Cajal, describió con maestría como: “(…) El primer balbuceo de la razón en medio de las tinieblas de lo desconocido, la sonda tendida en el misterioso abismo, el puente, en fin, aéreo y audaz, que junta la playa con el inexplorado continente”.
Por eso para la actividad médica, la ciencia debe ser algo particular y necesario, que nosotros solamente somos capaces de encontrar; y no hacerla por lo que TS Eliot dice en “Murder in the Cathedral” en boca del obispo Thomas Becket, que tras haber resistido las tres mayores tentaciones mundanas, es sorprendido por el tentador que le orece la santidad, a lo que el obispo responde: “La última tentación es la mayor traición, hacer lo debido por la razón equivocada”; o como la ciencia en el postmodernismo enfrenta su poder a la contradicción de promover un pseudobienestar humano (el consumo y la apropiación ad infinitum) contra la crisis planetaria ecológica-nuclear.
En fin… el caótico y anárquico devenir de este editorial tiene sólo la intención de abrir el debate en esta versión de nuestra Revista, que resume los trabajos científicos presentados junto el aporte de un importante grupo europeo. Aprovechando además una ventana que crea el bello evento del 39º Congreso Chileno de Anestesia y el encuentro Panamericano de Farmacología Aplicada y su oportunidad de estar con nosotros, los vecinos cercanos, los del Norte y del otro lado del gran Atlántico para tener un momento de reflexión y tratar de encontrar… la verdadera razón para “la santidad” en objetivos que Valgan La Alegría y no la Pena.