Dr. Ricardo Bustamante Bozzo
Rev Chil Anest Vol. 38 Núm. 1 pp. 6-7|doi:
PDF|ePub|RIS
Para aquellos anestesiólogos que circulamos por las diferentes clínicas privadas de Santiago (aquéllas a las que aún podemos acceder, después de reiteradas acreditaciones), la paulatina instauración de un chequeo de seguridad antes, durante y después de la cirugía ha sido un hecho novedoso en el último tiempo.
Lo que es más novedoso es que esta práctica se está implementando en los hospitales públicos, lo que puede significar, si se efectúa racionalmente, un cambio de conducta que pudiera mejorar el resultado final de nuestro quehacer anestésico-quirúrgico. Los resultados nunca los sabremos, pues en los hospitales públicos nos hemos acostumbrado a trabajar sin cifras. Vagamente sabemos el número de cirugías realizadas, pero difícilmente conoceremos nuestras complicaciones ni incluso algo tan grueso como la mortalidad.
En todo caso, el riesgo de complicaciones – en general – está poco definido en la mayor parte de los países del mundo. Sólo existen cifras en los países desarrollados que reportan una mortalidad quirúrgica general de un 0,4%-0,8% y una incidencia de complicaciones de un 3%-17% 1 –2 .
El chequeo de seguridad, íntimamente asociado al consentimiento informado, crea inicialmente cierta resistencia en anestesiólogos y cirujanos, pero una vez que se instaura deja de parecer un interrogatorio y se transforma en lo que debe ser: una comprobación verbal de cosas que habitualmente hacemos en silencio, pero que con el tiempo se transforman en rutina y pueden olvidarse. Todos quienes tengan más de 10 años de práctica clínica habrán sido testigos de fichas con el nombre de otro paciente, pacientes que se operan de una extremidad contralateral a su patología, e incluso que se operan de otra lesión. Si no nos ha pasado a nosotros mismos, por lo menos sabemos de casos en que ha pasado a nuestro alrededor.
La disminución de este tipo de eventos con un chequeo de seguridad parece más o menos de sentido común. Lo que estaba fuera de programa es la comprobación de que esta práctica reduzca la morbilidad y la mortalidad global de los pacientes sometidos a cirugía. La causa exacta de esta disminución es desconocida, y probablemente multifactorial.
La Organización Mundial de la Salud recomendó una serie de prácticas para mejorar la seguridad de los pacientes 3 . Una serie de normas y acreditaciones internacionales, como la Joint Commission International, exigen los chequeos de seguridad en forma rutinaria 4 . La historia culmina con una reciente publicación en el New England Journal of Medicine que concluye que la implementación de esta práctica está asociada a una concomitante reducción de la mortalidad y de las complicaciones que ocurren en pacientes mayores de 16 años sometidos a cirugía no cardíaca. Esto se comprueba tanto en hospitales de países desarrollados, como en hospitales de países con menores ingresos, aunque sin incluir ningún hospital de Latinoamérica.
El trabajo es concluyente. Pudiera tener algunos errores de diseño pero que no limitan su poder estadístico. La incidencia de cualquier tipo de complicación cae de un 11% a un 7% después de la aplicación del chequeo (p < 0,001); la mortalidad cae de un 1,5% a un 0,8% (p = 0,003); las infecciones de la herida operatoria caen de un 6,2% a un 3,4%; las reoperaciones no programadas caen de un 2,4% a un 1,8% (p = 0,047).
El estudio prospectivo y multicéntrico eligió 19 de los ítems sugeridos por la Organización Mundial de la Salud. ¿Cuáles serán elegidos en nuestros hospitales públicos? ¿Los que recomienda el estudio, los que recomienda la Joint Commission International o los que convenga a las autoridades de cada establecimiento?
Lo importante es que el chequeo de seguridad sea aplicado en nuestros hospitales públicos cumpliendo los requisitos que demuestran su ventaja y no “a la chilena”, adecuándose a las condiciones de cada servicio, porque de lo contrario va a tratarse una vez más de una medida que se aplica para cumplir una norma, pero que no se traducirá en beneficios para el paciente. No tendrá ninguna utilidad verificar en voz alta la identidad del paciente (que tiene costo cero y es inmediatamente aplicable) si no podemos verificar el correcto funcionamiento del oxímetro de pulso porque no se cuenta con él (medida que sí tiene un costo real y que debe ser asumido antes de implementar el chequeo).
Un ejemplo típico de la “adecuación de las normas” es la administración profiláctica de antibióticos. Todos los estudios concuerdan en que la profilaxis debe ser realizada por lo menos 15 minutos antes de la incisión y en lo posible una hora. La disminución de las cifras de infección de herida operatoria es categórica en este estudio, en la medida en que los antibióticos sean administrados una hora antes de la incisión. ¿Cómo lograr los tiempos adecuados sin un correspondiente retraso en la cirugía?
Los chequeos de seguridad no son nuevos y para implementarse deben estar asociados a una pausa formal en la rutina de trabajo, lo que en un comienzo puede causar molestia, incomodidad y rechazo. Esta pausa de seguridad, con ratificación verbal de la correcta identidad del paciente y el sitio de la operación, puede transformarse – en un comienzo – en una situación incómoda, que puede prestarse para la broma. No importa. Sigamos adelante. Disfrutemos la broma, sobre todo si esto se traducirá en un beneficio para el paciente.
Bibliografía
- Gawande AA, Thomas EJ, Zinner MJ, Brenan TA. Theincidence and nature of surgical adverse events in Colorado and Utah in 1992. Surgery 1999; 126: 66-75.
- Kable AK, Gibbed RW, Spigelman AD. Adverse events in surgical patients in Australia. Int J Qual Health Care 2002; 14: 269-76.
- World Alliance for Patients Safety. WHO guidelines for safe surgery. Geneva: World Health Organization, 2008.
- JCI Accreditation Standards for Hospitals, Tercera Edición, 2007.
- Haymes AB, Weiser TG, Berry WR. A Surgical Safety Checklist to Reduce Morbidity and Mortality in a Global Population. N Engl J Med 2009; 360: 491-9.