Dr. Roberto Canessa B. 1
Rev Chil Anest Vol. 40 Núm. 1 pp. 6-6|doi:
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Hace pocos días tuve que dar una anestesia general para una cirugía vascular menor en una clínica de Santiago. Al ingresar a pabellón la auxiliar paramédico me preguntó qué drogas iba a necesitar para la “TCI”. Cuando le contesté que iba a usar una anestesia balanceada con tiopental, fentanyl y un relajante muscular determinado, en su rostro vi una mezcla de asombro, duda e incluso algo de temor. Luego de unos segundos y mientras buscaba con afán en el cajón de los fármacos -para luego sacar sonriendo un frasco de tiopental que por el estado de su etiqueta llevaba varios meses de almacenaje- me confesó que en el tiempo que llevaba trabajando en ese lugar nunca nadie le había solicitado ese medicamento, para luego con toda naturalidad y picardía agregar: “parece que Ud. es un poquito antiguo…”. Los casi 30 años de profesión me cayeron brusca y pesadamente sobre los hombros.
Vivimos tiempos complejos, aunque probablemente cada época lo fue para los que en cada una de ellas les tocó vivir. Hoy parece ser el tiempo de los “innovadores” y los “emprendedores”; los avances tecnológicos nos golpean día a día y lo que adquirimos hoy ya mañana -o a más tardar la semana o el mes entrante- estará probablemente obsoleto. Es la cultura de lo desechable, de lo novedoso, lo antiguo y lo tradicional tienen un discreto olor a rancio, producen cierta desconfianza, sobre todo en las nuevas generaciones.
En el campo de la medicina en general, y particularmente en la especialidad que nos convoca -la anestesiología- por el momento, y probablemente con la excepción de los avances que el desarrollo tecnológico e informático coloca a nuestro alcance, las innovaciones son más pausadas y deben sobrepasar diversas pruebas para consolidarse y formar parte del quehacer médico cotidiano. La escasez de recursos económicos, asociada al mayor costo que generalmente acompaña la implementación de estas “novedades” suele ser la causa que se esgrime para explicar estos retardos. Otra posible explicación es que no siempre lo “nuevo” representa un beneficio real, significativo o evidente, para nuestros pacientes o para nuestra manera de trabajar. En este sentido también, y generalmente en forma directamente proporcional a la edad, nos pesa más de la cuenta el ser “animales de costumbre”; nos cuesta modificar lo que hacemos todos los días. Finalmente, en estos tiempos en que la medicina -y de nuevo particularmente la anestesiología- van ganando popularidad como causa de litigios en juzgados y cortes, el tema de los riesgos inherentes a la implementación de una nueva técnica o al uso de una nueva droga suele ser un freno en el momento de adoptar un eventual cambio de nuestras rutinas cotidianas. Todos estos argumentos se entrelazan y resumen en la clásica triada que nos enseñaron precozmente en nuestra formación médica al enfrentarnos a una decisión médica: evaluar siempre el riesgo versus el beneficio versus el costo.
En este número de la revista presentamos diversos artículos que abordan, ya sea en forma directa o tangencial, esta temática: 1) re-visiones (en el sentido de nuevas miradas) de viejas técnicas clásicas, como los trabajos de los Drs. Aldrete y Miramontes, relacionados con anestesia regional; 2) un minucioso y muy bien documentado recuento histórico del Dr. Dagnino sobre el descubrimiento y los primeros pasos de la anestesia local; 3) el Dr. Bustamante nos ofrece, en dos artículos, una excelente y completa presentación en sociedad de un nuevo y prometedor fármaco: el sugammadex, describiéndonos las innovadoras y sorprendentes alternativas que esta particular molécula nos abre para el manejo y la forma de enfrentar la relajación muscular en nuestros pacientes, así como algunos pensamientos que explican su lenta penetración en el país; 4) una muy interesante puesta al día del Dr. Sepúlveda sobre los esfuerzos que realiza un grupo de investigadores en elaborar y perfeccionar las fórmulas y modelos matemáticos que tratan de describir los complejos, variados y profundamente dinámicos procesos fisiológicos y farmacocinéticos que regulan el accionar de las recientes técnicas endovenosas totales (TIVA); y 5) la mirada de un anestesiólogo, que además es licenciado en ciencias jurídicas, el Dr. Mutizábal, a uno de los temas médico-legales que en los últimos años se ha posicionado fuerte y ampliamente en nuestra práctica profesional: el consentimiento informado.
El crecimiento, la renovación y el cambio son fenómenos activos, consumen más energía y conllevan un mayor riesgo. La rutinización y el repetir siempre lo mismo, sin duda es más fácil y económico. Podemos quedarnos eternamente haciendo las mismas cosas que nos enseñaron cuando nos estábamos formando y con las cuales probablemente nos ha ido bien. Pero si todos siguiéramos ese camino no habría avance; si nadie se cuestionara los objetivos, los métodos, los procedimientos, los resultados y sus consecuencias, nos quedaríamos estancados.