Rev Chil Anest Vol. 39 Núm. 4 pp. 255-257|doi:
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Maestro de la Anestesiología Chilena. 2010
Este es un momento histórico para la Sociedad de Anestesiología de Chile. Desde 1999 que no se entregaba la distinción máxima de Maestro de la Anestesiología a uno de sus socios. Hoy pasan a formar parte de este selecto grupo del Salón de la Fama de la anestesiología chilena los Drs. Héctor Lacassie Silva y Samuel Torregrosa Zúñiga. No es una distinción que se entregue a cada momento, no es una repartición de antorchas.
Es una ley de cortesía agradecer la invitación a un congreso, un curso o una conferencia. Pero lejos de ser un formulismo, créanme que en esta oportunidad estoy realmente agradecido que la Sociedad me concediera el privilegio de recibir como uno de sus maestros al Dr. Héctor Lacassie. También estoy agradecido que no me haya dado la alternativa de elegir, porque he mantenido con ambos una amistad de más de 30 años y habría sido una difícil elección.
Por esto, permítaseme decir en estos breves minutos que tengo, un par de palabras para compartir la alegría que siento porque mi amigo Samuel haya llegado a estas instancias. Probablemente él es el único que cree que esta distinción es inmerecida, o que nunca creyó siquiera que era candidato. Es un hombre de una gran modestia, que durante 12 años estuvo a cargo del programa de formación de becados más prestigioso del país y que tiene entre sus discípulos a un enorme número de especialistas distribuidos por todo Chile, incluyendo su actual jefe de División.
Participé en el pequeño Comité que realizó ciertas normas generales sobre el perfil que deberían tener los Maestros de la Anestesiología, ya que habían pasado varios años sin efectuar un nombramiento. El Directorio de la Sociedad Chilena de Anestesiología quiso darle un carácter imparcial y una reglamentación uniforme y transparente. Siempre había parecido que las decisiones se tomaban entre cuatro paredes y más bien por presiones de Servicios poderosos o miembros de un Servicio que hubieran accedido al directorio. La verdad es que pudo haber algo de eso, pero en general están los que deben estar, aunque probablemente algunos debieron estar y se nos fueron antes. Nada me deja más satisfecho que después del perfil encontrado, los elegidos, en que el comité no tuvo participación alguna, hayan sido el Dr. Lacassie y el Dr. Torregrosa. Sin haberlo conversado con los otros miembros, creo que estarán también muy satisfechos.
Probablemente fue inconscientemente en ellos y en un par de personas más que están por cumplir los requisitos de edad, en los que pensé cuando me imaginaba el perfil de un Maestro. No necesariamente un Profesor Titular, no necesariamente un gran conferencista, no necesariamente un gran publicador, pero sí una persona que dedicó su vida profesional a aprender y enseñar aquello que asimiló, sin ningún temor a que sus discípulos los igualaran o los superaran. Una persona que colaboró con la Sociedad Chilena de Anestesiología incondicionalmente en cada oportunidad que fue invitado a participar.
En esta ocasión no se puede decir que hubo presiones ni lobby. Todos los anestesiólogos mayores de 65 años fueron automáticamente candidatos; ni el presidente, ni el vicepresidente, ni el secretario de la Sociedad actuales pertenecen a alguno de los Servicios a los cuales pertenecen los nominados Maestros. Los candidatos fueron homogeneizados con un currículum adhoc, que incluía los parámetros señalados por el Comité. El Directorio, en ambos casos, tomó la decisión en forma unánime. Hoy dejan de ser para mí “El Laca” y “El Samy”, y pasan a ser Maestros de la Anestesiología Chilena.
Con el Dr. Lacassie, tengo una relación más de maestro a discípulo, por razones cronológicas, y hemos tenido una serie de coincidencias en la vida de las que probablemente ni siquiera él se acuerde. Desde lo más antiguo, nuestros padres fueron compañeros de curso en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile y coincidieron en los turnos de urgencia del antiguo Hospital San Vicente. Posteriormente, ambos estudiamos en colegios de la congregación Marista, él en Instituto San Martín de Curicó y yo en el Instituto Alonso de Ercilla de Santiago, colegios de una profunda raíz religiosa, que dio como resultado la educación de dos arraigados agnósticos. Una vez en la Escuela de Medicina fue compañero de mi hermano Fernando, con quién en alguna oportunidad tuvimos la ocasión de atenderlo profesionalmente. Nuestros hijos Rodrigo y Felipe, nacieron con unos meses de diferencia y jugaron en Alonso de Sotomayor y en Escrivá de Balaguer, aunque por razones genéticas siempre Rodrigo medía el doble y pesaba el doble que Felipe. Finalmente, ambos formamos parte de los primeros 10 becados del Departamento de Anestesiología de la Universidad Católica de Chile.
Aprovecho de hacer un poco de historia. Algunos anestesiólogos de la generación de Tito, que se sentirán orgullosos de haber compartido curso con un Maestro: Ruth Oñate, Lucía Ma-Shichoy, Carmen Luz González, Víctor Hanna y Keske Matsumoto, recientemente fallecido. Además Jaime Cáceres, que ejerce en Hialeah (Florida) y Carlos Ibáñez en Haderslev (Dinamarca). Algunos anestesiólogos que después de Tito se formaron oficialmente en el Departamento de Anestesiología de la Universidad Católica en orden cronológico: Stella Mättig, José de la Fuente, el propio Samuel Torregrosa, Jorge Atisha, Jorge Dagnino, Ricardo Bustamante, Marta Quiroga, Sara Domínguez, Amanda Marambio. Todos ellos también compartirán conmigo la satisfacción de haber coincidido, laboralmente en este caso, con los dos nuevos Maestros.
No voy a hacer aquí una biografía del Dr. Lacassie ni menos a leer su currículum, pero quiero que en el poco tiempo que tengo, se conozca a Héctor como persona y como académico, en lo posible integrando estas dos actividades.
Aunque nació en Santiago, se trasladó a Curicó en 1942, donde hizo sus estudios primarios y secundarios y vivió con sus padres Yves y Adriana y sus hermanos Yves y Paulette. Volvió a vivir a la capital sólo cuando entró a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, donde vivió con su abuela y tuvo que aprender francés a la fuerza. Después de recibirse alcanzó a ejercer en Curicó y en Talca y volvió a Santiago en 1966 como el primer becado de anestesiología del Hospital Clínico de la Universidad Católica de Chile, financiado por el Ministerio de Salud. Después de terminar la beca, volvió a Talca, pero en menos de un año es contratado para hacerse cargo de la anestesia obstétrica en el Hospital Clínico de la Universidad Católica. Durante y después de la beca tuvo una cercana relación con otro Maestro de la Anestesiología, el Profesor Waldemar Badía, por quien siempre tuvo una gran admiración.
En esos tiempos nos casábamos jóvenes y Héctor, no fue la excepción. Se casó tempranamente con Elena Quiroga, su primera mujer, y tuvo a sus dos primeros hijos, Paula y Héctor Javier. Durante los primeros años en que ejerció la especialidad, vivió y sufrió la enfermedad de Elena. Fueron años duros que no hay que olvidar, pero hay que superar. Años después reincidió en el matrimonio con Raquel, con quién tuvo a Rodrigo, nuestro seleccionado nacional de rugby que emigró a Canadá y hoy probablemente nos acompaña espiritualmente. Raquel fue desde entonces Raquel y Elena para sus tres hijos, curiosamente sus dos nombres: Raquel Elena Aravena Meza.
En este nuevo ambiente se desarrolló profesionalmente Héctor. Tuve la suerte de ser su becado en esos tiempos y aprendí no sólo anestesia obstétrica. Lo vi participando en las reuniones clínicas y congresos, discutiendo con anestesiólogos y obstetras utilizando los mejores argumentos. Lo vi innovador, siempre pensando en cómo mejorar la atención de las pacientes y elevar la calidad de la especialidad. Ahora parece de Perogrullo, pero en aquellos tiempos, calentar los sueros para que no se enfriaran los pacientes era algo muy creativo. Se conocían hace años los estudios sobre hipotensión por compresión aorto-cava, pero pocos anestesistas se preocupaban del desplazamiento uterino. Siempre introduciendo novedades, no dejándose estar, en los tiempos en que buscar literatura significaba ir a la biblioteca, no encender un computador.
Además era hábil. Nunca logré entender como con esa extrema miopía lograba con tal rapidez tener a las pacientes anestesiadas. Después de su operación ocular, siguió hábil, aunque sin sus lentes característicos.
En 1978 se transformó en free lancer. Probablemente esto hace más meritoria su designación. Durante mucho tiempo, sólo por su prestigio personal, recibió anestesistas en formación, llegando a obtener el grado académico de Profesor Adjunto de Anestesiología de la Universidad de Chile, que es el mayor grado al que se puede llegar estando fuera del sistema. Durante muchos años Héctor prácticamente pernoctó en la Clínica Alemana, por lo que, era lógico que al crearse el Servicio de Anestesia se incorporara como un miembro activo y luego, pasara a ser docente de la Universidad del Desarrollo.
Pero fue la vocación de Héctor Javier la que impulsó a Héctor con nuevos ímpetus de creatividad. Así, nacieron estudios como “Epinefrina y Analgesia Epidural en el Trabajo de Parto Inicial” y “Determinación de la Concentración Efectiva 50 (CE50) para Bloqueo Motor de Bupivacaina y Ropivacaina en Trabajo de Parto”, ganadores de Primera Mención Honrosa en el Vigésimo Sexto y Vigésimo Octavo Congreso Chileno de Anestesiología, en Valdivia y Puyehue respectivamente, en que ya Héctor Javier participa como coautor. Finalmente, fue gestor intelectual de los estudios “Bupivacaína 5 mg vs 10 mg. Asociados a Sufentanil y Epinefrina en Analgesia Epidural en Trabajo de Parto” y “Determinación de la Concentración Mínima de Ropivacaína para Trabajo de Parto Inicial en Primíparas”, que recibieron el premio al mejor trabajo de en el Vigésimo Cuarto y Vigésimo Séptimo Congreso Chileno de Anestesiología, en Chillán y La Serena respectivamente. Ahora el padre participaba orgullosamente como coautor de Héctor Javier. Excelencia y generosidad, dos virtudes dignas de un Maestro.
En la Sociedad Chilena de Anestesiología ocupó el cargo de Director durante varios períodos, luego fue tesorero, y finalmente en 1990, cuando el vicepresidente no quiere asumir la responsabilidad, es electo Presidente. Después de su paso como Past-President, su actividad en la Sociedad culmina con el nombramiento de Socio Honorario en 2009. Cuando recibió ese diploma yo pensaba, como parte del público, que faltaba algo para completar la deuda que teníamos con el Dr. Lacassie.
Lo que faltaba tengo el honor de anunciarlo públicamente en nombre del Directorio de la Sociedad de Anestesiología de Chile y de todos quienes ellos representan: Dr. Héctor Lacassie Silva, es Ud. desde hoy, Maestro de la Anestesiología Chilena.