Rev Chil Anest Vol. 39 Núm. 4 pp. 259-260|doi:
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Maestro de la Anestesiología Chilena. 2010
En primer lugar quiero agradecer a la SACH la oportunidad de presentar como Maestro de la Anestesiología Chilena al Dr. Samuel Torregrosa Zúñiga.
Me siento particularmente honrado y agradecido ya que por razones que espero poder transmitirles adecuadamente, Samuel fue para mí un maestro, y tengo la seguridad que para muchos otros con los que me tocó compartir la beca y luego años de trabajo conjunto, Samuel cumplió plena y largamente los requisitos para considerarlo como tal. Pero además, he tenido el privilegio de compartir con él toda mi vida profesional y desarrollar una muy preciada amistad con alguien que siempre fue de frente. En realidad tan de frente, que para conversar algunas cosas con él había que ir con un “air bag”, pero que siempre dijo las cosas, probablemente muchas veces de una manera tal vez poco delicada por decirlo de alguna manera, pero de manera absolutamente clara y sincera, que no dejaba lugar a interpretaciones ambiguas que obligan a plantear esa irritante pregunta: ¿En qué sentido me lo habrá querido decir? Para lo que son los aspectos de la vida diaria, esta tremenda franqueza pudiera ir contra lo que algunas escuelas de pedagogía proponen respecto a que sea el educando el que vaya descubriendo las cosas que el maestro le va planteando. Creo que en ningún caso Samuel impidió la búsqueda de respuestas, muy por el contrario, pero sí siempre tuvimos clara su opinión respecto a cosas que van mucho más allá de la Anestesiología, como el respeto por los demás, por uno mismo, por la dignidad de nuestra especialidad, por la lealtad, y por cosas que nos enriquecen la vida, como los libros, la música, el cine, los viajes, el fútbol, en las cuales también nos aportó mucho.
Muchas de las presentaciones de este tipo parten con una reseña biográfica. Pero en realidad creo que no tiene mucho interés decir que nació en Concepción, estudió en el Liceo Manuel de Salas y luego en la Universidad de Chile. Se fue de general de zona a Coyhaique, y que retornó a hacer su residencia de Anestesiología, después de la cual se quedó trabajando en el Departamento de Anestesiología de la Universidad Católica de Chile. En los inicios de los 80 se va a Estrasburgo, donde adquiere los conocimientos de tratamiento intensivo que incorporará al trabajo rutinario de pabellón y de seguimiento post operatorio, al que siempre le dio gran importancia por ser el momento en que se ve el resultado de buena parte de lo que hicimos en pabellón. Desde ese momento, Samuel desarrolló una importantísima actividad docente que lo llevó, con toda seguridad sin proponérselo sino porque le nacía espontáneamente, a ser un referente en la docencia, y a alcanzar los méritos que con todo justicia hoy lo hacen recibir esta distinción, la cual estoy seguro, tiene como principal detractor al mismo Samuel.
Pero qué tiene Samuel para ser considerado Maestro, o ¿qué es ser un Maestro? La Real Academia nos da algunos indicios dándonos varias definiciones que serían aplicables:
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Título burlesco que se da al que afecta magisterio en cosas inútiles o ridículas. Ésta es probablemente la que sus amigos Ricardo Bustamante y Jorge Dagnino elegirían en primer lugar.
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Dícese del irracional adiestrado: Perro Maestro. Halcón Maestro. Lo de irracional lo dejo a criterio de Uds. Perro sí, en lo leal y preocupado.
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Persona que enseña una ciencia, arte u oficio y tiene y título para hacerlo. Creo que nos empezamos a acercar. Aún cuando no tiene título para enseñar, el hacerlo era algo que siempre le nacía espontáneamente.
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Dícese de la persona u obra de mérito relevante entre los de su clase. A pocas palabras buen entendedor. Ésta probablemente se acerca más a la idea que todos tenemos de lo que es ser Maestro. Aún así creo que no es del todo satisfactoria. Probablemente con un poco de entrenamiento y cierta disciplina serían muchos los que podrían alcanzar esta categoría. Sin embargo, el verdadero maestro, aquel que es visto como tal por sus pares, posee cualidades que van más allá de las precisas definiciones de un diccionario, y que representan valores y cualidades con los cuales nos identificamos, que nos sirven como guía, y que nos gustaría poder, al menos en parte, llegar a poseer.
¿Cuáles son estas cualidades u obras relevantes?
Si se trata de poner números y elementos de juicio objetivos, podríamos decir que Samuel fue por cerca de 12 años, el motor y conductor del programa de Anestesiología del cual hasta el momento que dejó de ser jefe de éste, había formado a casi el 50% de los anestesiólogos acreditados de nuestro país. Para ser maestro sin embargo, se requieren otras cualidades más difíciles de poseer tal vez que haber cumplido una meta numérica, y que deben ser motivo de ejemplo para los discípulos.
En primer lugar una tremenda rigurosidad. El ejemplo de estudiar y trabajar seriamente. Todo lo que Samuel decía o hacía tenía respaldo, y lo podíamos repetir con tranquilidad, incluso sin entenderlo mientras él no nos pillara, por el simple hecho que lo había dicho Samuel. Seguro que el respaldo para eso estaba en alguna parte. Y cuando en numerosas ocasiones nos dijo no sé, era el primero en buscar la respuesta. Samuel no creía en la mitología, ni se tragaba ruedas de carreta. Exigía respuestas fundamentadas, que fueran más allá de la simple repetición de la conclusión del artículo en el cual nos apoyábamos. Esto fue por muchos años una de las características de nuestra residencia, que contribuyó de gran manera a que los anestesiólogos habláramos de igual a igual con otros especialistas, contribuyendo de manera decisiva a la dignificación de nuestra especialidad.
Otra de las cualidades de un Maestro, y que no se mencionan en la definición de la Real Academia, son la honradez y la capacidad de autocrítica, valores fundamentales en todo proceso educativo, para no creer que lo hemos aprendido todo, que lo hacemos todo bien, y para seguir estudiando cuando las exigencias de la nota o de la presentación del día siguiente no sean la motivación. Honradez con uno mismo para reconocer nuestros errores y frente al comportamiento con los demás. Honradez y autocrítica para buscar aquellas respuestas que no tenemos, o para corregir aquello que sabemos que no estamos haciendo de la mejor manera, pero que perfectamente podríamos dejar así porque nadie lo nota.
Un maestro que no genera imitadores probablemente no lo es. Esta imitación sin embargo, no debe reprimir el desarrollo de las cualidades propias del discípulo, las cuales deben enriquecer el resultado final. Muchas veces le escuchamos a Samuel decir que en un proceso educativo exitoso, los alumnos deberían superar a los maestros. Sería muy fácil, estimulante del ego y pretencioso el decir que el proceso que me tocó vivir sí lo fue, y que por lo tanto lo superamos. Personalmente creo que me tocó formarme en un proceso educativo exitoso, sin embargo no estoy del todo de acuerdo con el que el éxito requiere de la superación del maestro por parte del alumno. Ojalá fuera así, y ése es el deseo de todo verdadero maestro, en el cual la mezquindad, el temor a que los nuevos lo superen no existe, y muy por el contrario fomentan esta superación. Muchas veces el material con el cual les corresponde trabajar no es el óptimo, y ser capaz de lograr con éste un resultado satisfactorio muchas veces es más meritorio que el conseguido con alumnos de calidad superior. Creo que más importante que un resultado que supere al maestro es el ser capaz de percibir en el alumno la incorporación de los valores educativos que se desea trasmitir: seriedad, confiabilidad, autocrítica, honradez, por supuesto que frente a los demás, pero muy especialmente frente a uno mismo, para reconocer nuestros errores, los que en nuestra especialidad suelen ser muy dolorosos. Y de eso sí que puedo decir que el resultado se consiguió. Lo digo a título personal, pero estoy seguro de representar a muchos que fuimos tus becados. Lo lograste como un verdadero y gran maestro. Todo eso quedó marcado en nosotros y aflora cuando las cosas se ponen difíciles.
Finalmente, creo que la última de las características de un maestro es su capacidad de trasmitir a sus alumnos el deseo de trasmitir el conocimiento. Lo que Samuel aprendía nunca quedó ahí. Siempre ameritó el contarlo, discutirlo, repetirlo como apoyo en una discusión, teniendo un efecto multiplicador importante.
Creo que el mayor mérito de Samuel para ser considerado un maestro es haber sido absolutamente consecuente con valores muy sencillos, que están en boca de todos, que suenan muy bonitos cuando se dicen, pero que puede resultar extremadamente difícil vivirlos cabalmente todos los días. Ese ejemplo, en mayor o menor grado, se grabó en los que fuimos tus alumnos y nos hizo mejores. No sé cuánto, ojalá como a ti te hubiese gustado, lo suficiente para superarte lo cual creo muy difícil, pero sin lugar a dudas alcanzó para hacernos mejores, no sólo mejores médicos, sino que también mejores personas, deseosas de hacer de este mundo un mejor lugar para todos.